miércoles, 27 de diciembre de 2017

Simplificar la vida


- La Historia Jamás Contada -

En 1988, una amiga estudiante de Psicología me planteó un problema de la vida práctica en estas palabras: “A veces me caigo mal yo misma por ser tan acelerada”. Una situación que, aun sin reconocerlo, todos atravesamos recurrentemente, pero algunos con tal frecuencia, que acaba convirtiéndose en un estilo de vida, transformando ésta en un caos.

¿Por qué nos apresuramos en hacer las cosas? Como con casi todo, la cuestión puede abordarse desde dentro, subjetiva, en este caso, psicológicamente, o desde fuera, con la objetividad que le confieren las cosas u objetos mismos.

Desde esta última perspectiva, los principales factores que condicionan o incluso fuerzan el frenesí –que puede ser propio o ajeno- que molestaba a mi amiga son: uno, el exceso de cosas por hacer; el otro, la ausencia de lógica entre actividades. (“Quien mucho abarca, poco aprieta”, establecía ya en época indefinida la sabiduría popular, aludiendo al descuido con que se hace algo para pasar rápidamente a lo siguiente… y así sucesivamente.)

Y es en este punto donde resulta de enorme utilidad el enfoque organizativo conocido –desde los años 40 del siglo pasado- como OPERATIONS RESEARCH, cuya traducción no es exactamente “investigación de operaciones”, pues se trata en principio de hacer explícita la lógica inmanente a una operación –proceso, actividad- determinada, distinguiendo tanto los elementos discretos –separables- que la componen, como la forma específica en que interactúan entre sí, asignándoles identificadores y magnitudes a fin de construir un álgebra y estableciendo también criterios por los cuales se conozca el estado de la operación en cada momento.

Lo que resulta es una representación algorítmica que puede optimizarse al eliminar pasos o hasta elementos que no influyan en el resultado final: una aplicación del pensamiento lógico-matemático capaz de simplificar las cosas que hacemos todos los días.

Esto en cuanto a las operaciones estrictamente necesarias u obligatorias, pero ¿qué hay con el otro aspecto, el cualitativo? Para éste, el método directo sería el que se me ocurrió cuando Karla me planteó “su” problema aquel sábado 7 de octubre y que consiste en lo siguiente:

1. Tomar una libreta y apuntar todo lo que hacemos desde que despertamos hasta que nos quedamos dormidos. Hacerlo así durante una semana para localizar hasta los actos aparentemente más insignificantes.

 2. Guardar la libreta unas dos semanas por lo menos y

 3. Sacarla y examinar fríamente la lista, eliminando aquello que ya no tenga sentido continuar. (Es sorprendente la cantidad de cosas que hacemos sólo por inercia.)

Al tener significativamente menos cosas que hacer, no sólo nos desaceleramos, sino contamos con más tiempo verdaderamente libre, que podremos entonces ocupar con cosas nuevas y más gratificantes o -¿por qué no?- simplemente disfrutarlo así. (Como apuntaba ya en el siglo XVI fray Luis de León en su oda VIDA RETIRADA.) 

(Publicado originalmente en Sabersinfin en diciembre de 2015)

Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.

Imagen:  fotosdepaisajesnaturales.com