martes, 28 de noviembre de 2017

Odontología en la baja edad media en Europa occidental: siglo XIII – XVI


Al margen de los cientos avances en anatomía y cirugía en algunas escuelas del sur como Bolonia y Montpellier, las universidades medievales no hicieron contribuciones importantes al conocimiento médico, debido a que ningún tema era menos susceptible de adaptarse al imperante método de dogmatismo lógico y verbal (C.H. Haskins, The Rise of Universities 1957). Durante los siglos XIII y XIV, el currìculum medico seguía basándose en los antiguos textos de autores griegos y romanos traducidos a un latín rudimentario. Se prestaba además cierta atención a los escritos de doctores musulmanes, cuyos trabajos habían sido traducidos y con frecuencia atribuidos a académicos europeos contemporáneos.

No existía enseñanza clínica de ningún tipo y hasta el siglo XIV no se practicaría la disección. Más tarde, siguiendo el ejemplo de la universidad de Bolonia, en cuya facultad de derecho de realizaban disecciones para proporcionar evidencia legal, las facultades de medicina en otras ciudades adoptaron esta práctica, pero sin considerarla una parte importante dentro de sus actividades. Cuando un estudiante de la Edad Media había completado sus estudios médicos satisfactoriamente, lo cual se evidenciaba por sus dominios en los clásicos griegos y latinos, se le concedía un bastón con la empuñadura de oro, el cual le permitía a lanzarse por el mundo a ganarse el sustento. Innecesario es decir que la medicina que este practicaba era del tipo más primitivo, basada en gran medida en supersticiones ancestrales y postulados pseudocientificos. Por ejemplo, el diagnóstico basado meramente en el estudio de la orina del paciente, o urinoscopia, se hizo tan popular que la observación del enfermo no era considerada necesaria. El medico a menudo estudiaba una muestra de orina y, sin más, daba su opinión y prescribía una pauta de tratamiento.
La antigua víctima propiciatoria, el mítico gusano dental, era considerado aun como el culpable del dolor de muelas, explicando sus caprichosos movimientos la intermitencia de los dolores. Sobre la muela dolorida se le aplicaban soluciones liquidas muy elaboradas en forma de gotas para aniquilar al gusano. Siguiendo los métodos de los autores árabes, los especialistas aplicaban ácidos duros como el aguafuerte, protegiendo cuidadosamente el resto de la boca de posibles quemaduras. Un método innovador de protección consistía en construir un pequeño dique aislante (cofferdam) de cera alrededor de la muela careada antes de llenarla con el líquido caustico. Hoy sabemos que cualquier alivio que sobrevenía a esta aplicación era debido a la destrucción de los nervios de la pulpa dentaria, a pesar de que nuestros antepasados lo atribuyen a la muerte del gusano dental.
Sin embargo, los dentistas atacaban generalmente al gusano dental por fumigación con semillas de puerco y beleño, que se mezclaban con sebo de oveja formando pequeñas bolsas. El paciente permanecía arrodillado o de pie junto a un brasero sosteniendo un embudo con la abertura ancha hacia abajo, sobre las llamas, y la estrecha directamente hacia los dientes. Las bolas conteniendo las semillas se arrojaban entonces en el fuego. Los vapores de combustión que penetraban en los dientes eran los supuestos causantes en ahuyentar al gusano dental.

Bibliografía:
Odontología en la baja Edad Media en Europa Occidental: siglo XIII – XVI, pagina 102. Historia de la Odontología Ilustrada, Malvin E. Ring. Mosby/Doyma libros.